Zapatillas y equipamiento, la ciudad italiana alpina de Sestriere acogió una de las reuniones más memorables, en lo que a batir barreras del ser humano se refiere, en toda la historia del atletismo. Reunión que, silenciosa por la no homologación de sus marcas dado el rápido viento que hubo a favor de los atletas durante toda la tarde, no se recuerda como lo que fue: el día en el que Mike Powell rozó los nueve metros en el salto de longitud y Heike Dreschler destrozó los 7,60m. Todo ocurrió en la antesala de los Juegos Olímpicos de Barcelona, donde solo ella pudo hacerse con el oro, Powell no pudo con Carl Lewis, y en un mitin obsesionado con tener un récord mundial en su historial.

mike powell
Lutz Bongarts//Getty Images

El deporte y la pequeña localidad de Sestriere tuvieron un enorme flechazo a lo largo del verano de 1992. Lo más probable es que al hablar de Setriere 92, la memoria lleve hacia la histórica etapa del Tour de Francia que, tres días antes del mitin de atletismo que nos concierne, aupó a Claudio Chiappucci como leyenda del ciclismo tras una escapada a 220 kilómetros de meta mientras Miguel Indurain terminaba de cerrar su segundo de los que acabarían siendo cinco títulos consecutivos en el Tour de Francia. Casualidades de la vida, en la cumbre que coronaron los ciclistas días antes, una pequeña pista de atletismo acogió auténticos vuelos en el pasillo del salto de longitud.

Mike Powell era una estrella mundial, y el gran atractivo del salto de longitud. 23 años después de los 8,90 metros de Bob Beamon en México 1968, el estadounidense voló hasta los 8,95m en el Mundial de 1991. Empezó, por tanto, una lucha con la línea imaginaria de los 9 metros. Lucha visible solamente para los acostumbrados al sistema métrico; Powell, así como Beamon, que no entendió cuánto era 8,90m cuando lo saltó en México, tenía como barrera ideal y redonda los 30 pies de distancia: 9 metros y 14 centímetros.

Sestriere, que ya era un destino apetecible por el hecho de estar en altitud, acogió unas muy convenientes rachas de viento a favor del pasillo de los saltadores aquella tarde de julio de 1992. Además de Mike Powell, que había saltado ya 8,91m en esa temporada y tenía los ojos puestos en el oro olímpico, la alemana Heike Dreschler, que fue plata en la longitud de Seúl 1988 mientras doblaba bronces en la velocidad (100m y 200m), se apuntó a la que era una auténtica fiesta en busca de los récords mundiales. Para quien lo consiguiera, la organización preparó un suculento premio: un Ferrari Testarossa que, 32 años después, sigue sin dueño.

niki lauda
ullstein bild//Getty Images
Niki Lauda (piloto de Fórmula 1) posando con un Ferrari Testarossa

El medidor de viento indicaba una velocidad favorable de 4,4 metros por segundo, más del doble del máximo permitido, cuando Mike Powell clavó el salto más largo registrado en la historia del salto de longitud. En una exhibición total en la carrera, donde logró talonar el salto pese a lo que varía la aproximación un viento tan rápido, el estadounidense aterrizó su pie izquierdo de batida en la tabla, dio sus clásicos dos pasos y medio en el aire y voló hasta los 8 metros y 99 centímetros. En sus piernas, más aún con semejante viento, parece democrático afirmar que había algo más y que, si en algún momento se ha podido saltar hasta los 9 metros, fue aquella tarde en Sestriere. Potencial aprovechado o no, aquel intento de Powell sigue siendo el mejor de la historia de la disciplina, aunque, evidentemente, nunca fue homologado y el récord del mundo sigue siendo el 8,95m que estableció en Tokio el verano anterior.

Fue mucho más cercano a un récord mundial lo que logró Heike Dreschler aquella jornada. La alemana, a quien esperaban por delante en su carrera dos oros olímpicos, voló hasta los 7 metros y 63 centímetros en Sestriere, el mejor salto de la historia de la disciplina hecho por una mujer. El récord mundial vigente por aquel entonces, que sigue sin haber sido batido, era de 7,52m, y perteneciente a la soviética Galina Chistyakova. Tristemente, el viento tampoco fue legal en aquel salto, pues el medidor dio 2,1 metros por segundo, lo justo para no ser homologada la marca. Dreschler, al contrario que Powell, no puede presumir el récord del mundo pese a no valer su vuelo en Sestriere. La marca personal de la alemana es de 7,48 metros, lo que acredita a la bicampeona olímpica como la tercera mejor de la historia.

athletics heike drechsler
Olivier Prevosto//Getty Images

Aquel viento alpino evitó que los dos saltos más largos de la historia acabaran siendo reconocidos como tal hasta el día de hoy. Mike Powell acabó aquel mitin con un plus total para su mentalidad, pues también venció en la carrera de 100 metros, con un tiempo de 9,98 segundos (de nuevo inválido por el viento). Reafirmó ante los medios que su récord mundial tenía margen de mejora y que, de haber sido en la final olímpica, podría haber corrido en 9,80s el hectómetro. El tiempo nos da la ventaja de saber que ninguna de las dos afirmaciones fueron premonitorias, pero contextualizan bien el golpe sobre la mesa que las salvajadas de Powell y Dreschler supusieron aquella tarde de julio de 1992.

En el triple salto existe un precedente prácticamente simétrico al salto de Mike Powell. El que sigue el plusmarquista mundial, Jonathan Edwards, hizo un salto inigualable en Ville d'Ascq, Francia, en 1995. Su récord mundial homologado es de 18 metros y 29 centímetros, 14 centímetros inferior a los 18,43m que alcanzó en aquel mitin francés, donde el medidor se pasó en 0,4 metros por segundo del máximo legal. Desde entonces, solo Christian Taylor (18,21m) y el español Jordan Díaz (18,18m) se han acercado a los registros del mítico británico.

HUAWEI Reloj Inteligente para corredores de última generación

Reloj Inteligente para corredores de última generación
Laura García-Caro no estará en el Mundial de Tokio 2025


Headshot of Álvaro García

 Álvaro García es un estudiante de periodismo de la Universidad Complutense de Madrid cuya pasión es la comunicación y el deporte. Sobre todo la comunicación deportiva.

Se enamoró del deporte a los tres años, viendo los Juegos Olímpicos de Beijing en un hotelillo de Fuerteventura.  Desde que le regalaron una máquina de escribir a los 12 años no ha parado de hacer artículos sobre todas las disciplinas deportivas que conoce. De esta forma se dio cuenta de que quería ser periodista muy temprano y decidió fundar su propia revista deportiva, Chapman. Revista en la que tratan temas relacionados con la actualidad deportiva del fútbol, baloncesto, tenis y atletismo, entre otras especialidades.

Gracias a ello ha estado acreditado en competiciones de RFEA y World Athletics, mundiales FIBA, Liga ACB, mundiales de hockey hielo, de X-Trial, partidos de rugby en el Metropolitano y muchos otros eventos que antes seguía por televisión.

Tiene la costumbre (o manía) de ir estrechando manos y presentándose a colegas y deportistas. Y es un aficionado al deporte de domingos, el de ver en el sofá y el de jugar con amigos en el primer terreno que se preste.

Actualmente lleva las redes de Runner’s World y escribe sobre actualidad del mundo del atletismo los fines de semana.