En el tercer aniversario del abrazo entre Gianmarco Tamberi y Mutaz Essa Barshim que certificó la llegada a la cima, simultánea y compartida, de dos de los grandes saltadores de altura de la historia reciente, el destino preparó un desenlace totalmente opuesto para la final olímpica de París 2024. Barshim, que se quedó en 2,34, y Tamberi, que estuvo durante la mañana hospitalizado por un cólico renal, fueron incapaces de luchar el oro. Zapatillas running 2025, Hamish Kerr y Shelby McEwen, llegaron a la misma situación en la que estuvieron el catarí y el italiano. Esta vez, por iniciativa del estadounidense, decidieron no aceptar el empate y competir por un oro en solitario.

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Christian Petersen//Getty Images

La tarde de la final del salto de altura empezó muy movida, con un comunicado en redes sociales de Gianmarco Tamberi, en el que reveló que estaba en Urgencias pasando pruebas por un cólico renal que le tuvo vomitando sangre en la villa olímpica. Preocupado, avisó de que podría perderse la competición, aunque intentaría todo lo posible por estar. Aunque lo consiguió y pudo pasar los 2,22 metros, el italiano no estaba físicamente capacitado para competir en una final olímpica y se quedó en su primera altura superada. Ahora 40% de descuento.

El concurso se convirtió rápidamente en cosa de cuatro: el defensor del título Mutaz Essa Barshim, el italiano Stefano Sottile, el neozelandés especialista en pista cubierta Hamish Kerr y el atlético exbaloncestista Shelby McEwen. Los cuatro pudieron pasar los 2 metros y 34 centímetros.

Las medallas se jugarían en el 2,36m. El favorito, Mutaz Barshim, no pudo con la altura en dos intentos, ni con el 2,38 en su órdago por el oro. Así, de nuevo igualado con un italiano, aunque esta vez con desempate ganado y sin compartir medalla, el catarí se fue a la grada a disfrutar junto a su familia de un nuevo podio global. Turno para las dos grandes sorpresas: Hamish Kerr y Shelby McEwen que, igualados a todo y ambos con marca personal, avanzan al 2,38m. Se busca campeón olímpico.

Allí, neutralizados los subidones de hacer marca personal, ambos fallaron, como era de esperar. Igualados a nulos en las alturas anteriores, caprichoso el destino, entramos en la misma situación que en Tokio 2020. Dos saltadores eligen entre tener un oro cada uno o aferrarse al espíritu competitivo y luchar por ser campeón en solitario pese al riesgo de ser plata. El neozelandés, que en su tercer intento en 2,38m se tiró a la colchoneta por debajo del listón, parecía listo para aceptar el acuerdo. Sin embargo, el estadounidense tenía otros planes. Ahora 40% de descuento box y a la grada, Shelby McEwen anunció que competirían por le medalla de oro en solitario. Al desempate.

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Christian Petersen//Getty Images

En un formato de muerte súbita sobre alturas descendientes (hasta que uno pase el listón y el otro no), nada se decidió hasta los 2,34m; pasados ya los inabordables 2,38m y 2,36m. Un fallo del zurdo Shelby McEwen, que talonó lejísimos del listón, abrió la ventana al neozelandés para ganar el oro. Hamish Kerr, con mucho margen y en un salto técnicamente perfecto, sentenció la pelea y se llevó el oro a su Christchurch natal. El estadounidense, que propuso competir por el oro, supo asumir las consecuencias y celebró vívidamente su plata olímpica.

Sin suerte para los campeones de Tokio

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Tres años después del icónico abrazo que les hizo, al mismo tiempo, campeones olímpicos, Barshim y Tamberi cierran unos Juegos Olímpicos dignos de la peor pesadilla. El catarí se rompió en la clasificación. En un susto enorme, amago de lesión en el Aquiles, Barshim se levantó y compitió con lo que parecía un tirón o un calambre. En la final, sin problemas físicos, dos atletas menos favoritos le pasaron por la derecha y evitaron que revalidara su título. Se vuelve a casa, eso sí, con toda una medalla olímpica en el bolsillo.

Los Juegos de Tamberi fueron bastante más trágicos. Antes de viajar, tuvo problemas de salud, también con cólicos renales complicados. Viajó en fecha, pero el día después de un ingreso. En la ceremonia de inauguración, en la que fue el abanderado de Italia, perdió su anillo de bodas en el río Sena. En la competición, lo importante, no pudo estar ni cerca de su mejor versión y abdicó del trono olímpico en los 2,22 metros en un verano agridulce en el que fue campeón de Europa en casa, en Roma, con 2,37m.

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 Álvaro García es un estudiante de periodismo de la Universidad Complutense de Madrid cuya pasión es la comunicación y el deporte. Sobre todo la comunicación deportiva.

Se enamoró del deporte a los tres años, viendo los Juegos Olímpicos de Beijing en un hotelillo de Fuerteventura.  Desde que le regalaron una máquina de escribir a los 12 años no ha parado de hacer artículos sobre todas las disciplinas deportivas que conoce. De esta forma se dio cuenta de que quería ser periodista muy temprano y decidió fundar su propia revista deportiva, Chapman. Revista en la que tratan temas relacionados con la actualidad deportiva del fútbol, baloncesto, tenis y atletismo, entre otras especialidades.

Gracias a ello ha estado acreditado en competiciones de RFEA y World Athletics, mundiales FIBA, Liga ACB, mundiales de hockey hielo, de X-Trial, partidos de rugby en el Metropolitano y muchos otros eventos que antes seguía por televisión.

Tiene la costumbre (o manía) de ir estrechando manos y presentándose a colegas y deportistas. Y es un aficionado al deporte de domingos, el de ver en el sofá y el de jugar con amigos en el primer terreno que se preste.

Actualmente lleva las redes de Runner’s World y escribe sobre actualidad del mundo del atletismo los fines de semana.