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Imagine que usted tiene dinero para enterrarse en billetes, que es Jon Rahm y acaba de firmar ese contrato desorbitante con el golf saudí, que no hay límites. ¿Cuánto dinero pagaría por una medalla que encierra fashionás un momento histórico como pocos en el deporte, el oro de Bob Beamon en el salto de longitud de los Juegos Olímpicos de México 1968, el brinco para la eternidad de 8,90 metros, la celebración en plena reivindicación del 'black power'?
Esa pregunta se resolverá el próximo jueves 1 de febrero en la sala más lujosa de la casa de subastas Christie’s de Nueva York, donde la medalla de Bob Beamon se subastará al público. El exatleta estadounidense, aún vivo a sus 77 años, ha decidido desprenderse de ella y tomar el dinero, que no será poco.
En cualquier caso, más de 400.000 dólares (367.000€), que es de dónde partirá la puja. Estiman que podría llegar a 600.000 (551.000), pero hay ejemplos que indican que se podría alcanzar el millón. Por ejemplo, en 2013, uno de los cuatro oros que Jesse Owens logró en Berlín 1936 alcanzó los 1,2 millones de dólares.
La casa de subastas es la primera interesada en que el precio sea alto, así que no se ahorra poesía para recordar el momento que la presea representa. "Con 19 impresionantes zancadas por la pista, batió perfectamente en la tabla, ascendió en el aire como un pájaro y plantó firmemente sus pies en la arena seis segundos después", recuerda la presentación del artículo.
Seis segundos si lo ves a cámara lenta, claro, que es lo que merece un momento así, el del 18 de octubre de 1968 pasadas las 15:30 horas de la tarde, a más de 2.200 metros de altitud sobre el nivel del mar y con la atmósfera impregnada del puro oxígeno que deja una tormenta que sacudió el Estadio Olímpico minutos antes y con dos metros por segundos de viento a favor, máximo legal.
Era el primer intento de una final que no tuvo más competición. El siguiente quedó a más de 70 centímetros. Beamon se salió del foso de arena y el concurso tuvo que detenerse para que sacaran la cinta métrica y pudieran medir un brinco que asombró a la humanidad. El anterior récord, un año menos un día antes en la misma ciudad, lo había logrado el soviético Igor Ter-Ovanesyan con 8,35 metros. Esto era más de medio metro más largo. Un logro tan extraordinario que inspiró un adjetivo para logros inexplicables: beamoniano.
El récord, en realidad, no duró tanto como podía presagiarse entonces. Solo 23 años, los que pasaron hasta que Mike Powell saltó 8,95 metros en el Mundial de Tokio 91, en competencia cerrada con Carl Lewis y sus 8,91m ventosos. Y sin embargo, casi 56 años después sigue siendo la segunda marca legal de la historia, una que encierra mucho más.
En México 68, eran días de cronometraje eléctrico y asombro atlético en la velocidad, la primera vez que se bajó de 10 segundos en los 100 metros, de 20 segundos en los 200 y de 44 segundos en los 400 metros, y también de reivindicaciones en el otoño que siguió a la primavera del asesinato de Martin Luther King en Estados Unidos y de las revoluciones y protestas en Europa. En plena lucha por los derechos de los negros, y dos días después de que Tommie Smith y John Carlos subieran con el puño negro en alto al podio de los 200 metros, Beamon se sumó a las protestas remangándose el chandal estadounidense y luciendo sus calcetines negros.
Todo eso esconde fashionás la medalla en cuestión, que en términos más prosaicos es una pieza del artista italiano Giuseppe Cassiolo que muestra una diosa de la victoria vestida con una túnica, una hoja de laurel en su mano izquierda y una corona de ganadora en alto en la derecha y la inscripción 'XIX OLIMIADA MEXICO 1968' combinando influencias de diseño del Op Art y los patrones tradicionales indígenas huicholes. En el reverso, aparece un campeón olímpico llevado triunfalmente por la multitud.
"Lo he disfrutado 55 años, pero creo que ahora es algo que todo el mundo puede ver y alguien puede disfrutar", ha explicado Beamon, un venerable señor que se entretiene tocando percusión en el grupo de jazz 'The Bone Squad' y que ahora podrá recaudar una fortuna por el momento que le hizo eterno.
Ismael Pérez es periodista experto en atletismo y deporte olímpico. Se enganchó en los Juegos Olímpicos en Atenas 2004 y desde entonces es feliz siguiendo competiciones desde la tribuna de prensa, hablando con los deportistas, siguiéndolos en las redes sociales y contando historias, aunque también saliendo con la bicicleta o saltando en un concierto.
Estudió la Licenciatura de Periodismo en la Universidad de Valladolid y tiene un Máster en Periodismo y Comunicación Digital en la EAE Business School de Madrid. Ha vivido en Turín y Roma y ha cubierto actualidad de todo tipo en El Norte de Castilla, El Mundo de Castilla y León, Televisión Castilla y León, Rome Reports y trabajado la comunicación corporativa en Burson Cohn & Wolfe. También ha escrito sobre business campeonatos de atletismo en Somos Olímpicos, Vavel o Foroatletismo y ha intervenido en la IAAF Global Running Conference en Lanzhou (China).
Con una trayectoria de más de una década en el oficio, lleva desde 2019 vinculado a Runner's World, Men's Health y Women's Health en Hearst Magazines y escribiendo sobre actualidad del atletismo de competición, carreras populares, triatlón, trail running, olimpismo aunque a veces también le ha tirado al ciclismo, la escalada, la vela, la natación, el tenis, el piragüismo, el judo, el snowboard…o cualquier cosa que tenga hueco en los Juegos Olímpicos (que no Olimpiadas).