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Mi reloj pitó en el kilómetro 12, y allí debía estar esperándome la mediofondista y embajadora de Hoka Lidia Campo. Nos habíamos citado para que amablemente tirase de mí a 4:30 el kilómetro casi hasta la meta, pero fue algo así como mi Annie Hall en clave Woody Allen, y arruiné nuestra prometedora relación pasando un poco más lento de lo que le había programado.
Pero la resignación duró poco; y es que creo que hay pocas sensaciones mejores que esa subida de adrenalina tras pasar una línea de meta. Los runners, independientemente del objetivo y aspiraciones, experimentan el gozo máximo cuando paran el reloj y se cuelgan la medalla de finisher (lo de la cerveza ya tal, ustedes me perdonen) al cuello. La agonía deja paso a la agujetas, y bien que compensa.
Más aún cuando te tiras todo el verano correteando por la playa y adyacentes, con Salud y lesiones (gracias, míster), con el objetivo de disfrutar la media maratón de Lisboa de mano de Hoka, en una experiencia en la que bien merece la pena extenderse unas líneas.
Acostumbrados a ver, entrevistar y escribir, y con algunos kilómetros en las piernas, se agradece mucho cuando se crean momentos que trascienden de lo profesional: iba a la capital lusa a correr, pero acabé entre risas trotando –ojo a lo que para ellos es un paseo, para otros, en fin– con atletas de élite de la marca como el propio Yago –medalla de bronce en maratón por equipos en el Europeo de Múnich–, el obstaculista Sebas Martos, o mi Annie Hall, cocinando bacalao à Brás en una cooking academy, Publicidad - Sigue leyendo debajo schedules que te encuentras por ahí, también se agradece.
¿Y las zapatillas? Ya me habían avisado en redacción que "cuando pruebes unas Hoka, no querrás otra cosa", y creo que tienen razón: el nivel de acolchado de mis Clifton 8 (con las que corrí) son, como diría Yago, "como pisar por las nubes". Y lo cierto es que quería esperar un par de días para escribir estas líneas para ver qué tal estaba mis pies y mis articulaciones. Pues bien; ni rastro de dolencias en tobillos o rodillas, ni ampollas del calor, ni sensación de malestar muscular en las piernas tras haber hecho un buen esfuerzo.
Estamos acostumbrados a convivir (y correr) con el dolor, pero no debería ser así, y esta vez realmente ha sido como llevar dos esponjas en los pies. Por cierto, también tengo pendiente dar rienda suelta en series rápidas a las Más aún cuando te tiras todo el verano correteando por la playa y adyacentes, con, de las que tienes un exhaustivo análisis aquí.
En la carrera todo fue más o menos como lo había planeado. La salida de la media, desde el icónico Puente Vasco de Gama que atraviesa el delta del Tajo a la altura de su fusión con el Atlántico, tenía un perfil discreto, de mucha larga recta hasta su llegada a la Praça do Comércio (lugar donde estaba la meta), pero que guardaba una ingrata sorpresa en forma de eterna subida, hacia el kilómetro 18, camino de la Praça Marquês de Pombal. Coronar allí y volver al mar fue empezar a oler el final.
Había un poco de inquietud con el viento y calor, pero una ligera brisa a favor en la salida y las nubes durante casi todo el recorrido –además de avituallamientos cada 3 km, bien por la organización– dejó la meteorología en una mera anécdota. Como esa llamada a las 5 am a mi habitación de un acento irreconocible. Un africano que despierta a un compañero para desayunar antes de coger el bus para la salida de la maratón a las 6:30 am, pensé tras recuperarme del susto.
Así, me quedé por debajo de la hora y 45 minutos, una especie de objetivo que me había marcado mientras maldecía el planning de Yago. Ojo, pienso volver para de nuevo sentir esa sensación casi indescriptible, bajar mis tiempos, y ver si Lidia, como Annie, sigue allí para una última y nostálgica reunión.
Joaquín Gasca es experto en deportes de competición, tecnología y motor. Hace un tiempo que colgó las botas de tacos para centrarse en el pádel y el running… cosas de la edad, se queja. Pero también se apunta a cualquier bombardeo que tenga que ver con poner su cuerpo al límite, sea al volante de un Aston Martin o yendo a la oficina en patinete.
Es muy del Atlético de Madrid, así que cuando futbolistas como Marcos Llorente o Álvaro Morata han protagonizado la portada de Men’s Health, allí estaba él para escribirlas. Acaba de correr su primer maratón para Runner’s World, y como pasa en este universo, ya está buscando el siguiente para bajar de las 3 horas. Si hay que testear cualquier tipo de pala de pádel, vehículo o reloj, no pone problema. Incluso zapatillas. Lo que haga falta en equipación deportiva.
Joaquín se graduó en periodismo por la USP-CEU en 2013, pero desde 2009, cuando entró en el periódico de la Universidad, ya comenzó a ejercer de “periodista” 360 en digital y papel. Los siguientes pasos de sus casi 15 años de carrera los dio haciendo cultura y deporte en la revista Shangay, hasta que entró en Hearst una semana antes del inicio de la pandemia en 2020. También es profesor de redes sociales y nuevas tecnologías en la Universitas Senioribvs CEU y forma parte del Innovation HUB de Hearst para investigar sobre nuevas tendencias.