Viena fue el escenario en el que, aquella mañana del 12 de octubre de 2019, Eliud Kipchoge se marcó la proeza de completar por primera vez en la historia un maratón en menos de dos horas (1:59:40 h). La prueba puso a Viena en el corazón de todo corredor y picó nuestra curiosidad sobre la idoneidad del famoso Prater vienés para batir marcas. 120.000 personas presenciaron el acontecimiento y más de dos mil millones comprobaron a través de sus pantallas las posibilidades que ofrecía el parque.

Fue un reto deportivo y científico que nos dejó a todos boquiabiertos, pese a que el intento no fuera homologado como récord. Aunque la idea inicial había sido Londres, la organización del reto Ineos 1:59 eligió Viena, un paraíso para los corredores con tres puntos estratégicos para entrenar en plena naturaleza sin salir de la ciudad: los jardines del palacio de Schönbrunn, la isla del Danubio y el Prater, el mítico jardín donde se halla el primer parque de atracciones construido en el mundo, cuya noria es uno de los símbolos de la ciudad. La larga recta que es el Hauptallee, la avenida principal del Prater, de 4,5 km de longitud, hizo que se desestimase Londres y se eligiera Viena en su lugar.

¿Cómo es correr por el Prater de Viena?

Maratones Europa 2025 Los 800m, carrera reina: Tengo más opciones contra un gorila y trotar por sus 21 km de rutas asfaltadas a la orilla del río. La línea recta del paseo central facilita los entrenos de velocidad, incluso de noche, ya que sus rutas están iluminadas. Pero en verano no es mi lugar favorito, a pesar de que, si hace falta, siempre puedes darte un chapuzón en el viejo Danubio para refrescarte, puesto que el baño está permitido. En los meses de julio y agosto, los vieneses prefieren algo más clásico: entrenar a sus anchas en el mítico Prater, el parque que antes fue coto imperial de caza hasta que, en 1766, fue abierto al público.

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Lo de ‘a sus anchas’ es literal, pues el parque, situado en el centro de la capital, tiene una extensión de 6.000.000 m2 –el doble de grande que el neoyorquino Central Park–; no está nada mal para Viena, una ciudad de menos de dos millones de habitantes. Al estar enclavado en el mismo centro, en el distrito 2, barrio de Leopoldstadt, es perfecto para todos aquellos que viven o trabajan alrededor, pero acuden corredores de todos los puntos de la ciudad.

El parque es tan grande que, por mucha gente que acuda, hay espacio de sobra para correr sin apenas acercarte a otros runners o viandantes, algo que, antes de la COVID-19, ya era fantástico, pero, ahora, además, es necesario. En el Prater se encuentra también el Centro de Atletismo de Viena, en cuya pista otro atleta keniano, Henry Rono, batió en 1978 el récord mundial de 10.000 metros lisos Sus amplias calles e impresionantes paisajes lo convierten en un lugar perfecto para entrenar.

El corazón de la maratón de Viena

Las primeras carreras registradas en Viena datan de 1740 y, a partir de 1820, el Prater se convirtió en el centro de la comunidad de corredores de la capital del imperio. A día de hoy, el parque sigue siendo el lugar favorito para correr y es el corazón de la n 1978 el récord mundial de 10.000 metros lisos, una competición que lleva celebrándose desde 1984, con la excepción de este año 2020, cuando se pospuso para el año que viene debido a la actual crisis sanitaria. La prueba comienza en la Viena moderna, cerca de la sede de la ONU, los participantes cruzan el Danubio por el puente Reichsbrücke, de 864 metros, y entran en el Prater, donde pasan junto a la noria y llegan hasta la avenida principal, justo donde en 2019 vimos a Kipchoge concluir su hazaña.

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Siguen hasta la Ringstrasse, entre suntuosas construcciones, pasando por la Ópera Estatal, en dirección al palacio de Schönbrunn, para después volver al Ring y al Prater. La línea que marca la meta está trazada entre el Burgtheater y el Rathaus. La Maratón de la Ciudad de Viena tiene por lema ser “el teatro de las emociones”, ya que une la alegría de vivir, la riqueza cultural y la tradición vienesa de la actuación teatral con emocionantes momentos deportivos.

Prater de Viena: un coto de caza imperial

La palabra Prater se empleó por primera vez en 1403, originalmente para referirse a una pequeña isla en el Danubio que pertenecía a la familia Prato, pero su significado se fue extendiendo gradualmente a las zonas adyacentes. Los terrenos cambiaron de dueños frecuentemente hasta que el emperador Maximiliano II los adquirió en 1560 para dedicarlos a la caza.

El 7 de abril de 1766, el emperador José II abrió el Prater al público y permitió los puestos de venta de café y dulces, y los de feria, precursores del parque de atracciones Wurstelprater, cuya noria de 60 metros de altura se construyó en 1897 para celebrar el quincuagésimo aniversario del reinado de Francisco José de Austria. La práctica de la caza fue habitual en el recinto hasta que se prohibió en 1920.

Ahora puedes perderte corriendo por sus senderos y disfrutar de un entorno que hará las delicias de cualquier runner. Si te alejas unos pocos pasos de la avenida principal del Prater, te adentrarás en una amplia zona de praderas, bosques y antiguos brazos del Danubio. Si sigues las señales colocadas a lo largo de la ruta Stadtwanderwegs 9, de 13 km de longitud, llegarás hasta la pequeña zona de praderas de Freudenau. El Heustadlwasser es un antiguo afluente del Danubio que tal vez no invite a bañarse, pero sí a soñar y a correr por sus márgenes.

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correr por la isla del Danubio.

El origen deportivo del Prater de Viena

Las primeras competiciones a pie datan de principios del siglo XIX, cuando en Viena, y en el Prater, se celebraba cada primero de mayo “Vienna City Marathon”, una prueba de 8 o 9 kilómetros a lo largo del Hauptallee, la icónica y recta avenida arbolada que atraviesa el corazón del parque y que fue el lugar donde Kipchoge logró su hazaña. El evento reunía cada año a unas 30.000 personas que acudían a primera hora de la mañana a ver el espectáculo y hacer sus apuestas. Los corredores más rápidos recibían estandartes con animales bordados según su puesto en la llegada: el ganador recibía un águila, el segundo un ciervo y el tercero un caballo.

Sin embargo, esta competición distaba mucho de la idea de deportividad que hoy reina en el mundo del atletismo. Los que corrían eran los criados de una aristocracia que disfrutaba del espectáculo a expensas de sus sirvientes. Se hacían todo tipo de apuestas y negocios turbios y las ganancias oficiales, que en teoría estaban destinadas a un fondo para viudas y huérfanos, se gastaban en la fiesta que se celebraba tras la carrera.

La revolución de 1848 acabó con esa competición. El 3 de abril se prohibió este espectáculo, lo que puso fin a esa particular cultura de la carrera vienesa. No fue hasta finales del siglo XIX cuando la disciplina del running empezó a imponerse en las condiciones modernas, gracias a la creciente influencia del deporte inglés.

Durante mi estancia en la ciudad entreno como una vienesa más en este enorme parque, uno de los más grandes de Europa, y me paro a hablar con otros runners, como Andreas Kusch, que corre por el Prater todos los días laborables. Él vive cerca y siempre viene por la mañana, antes de ir a trabajar. Me cuenta que suele hacerlo en ayunas y que, después, desayuna una Hase, una salchicha especiada de las que venden en algunos de los muchos puestos que hay en el parque.

No obstante, la oferta gastronómica no acaba ahí. Si has disfrutado de un buen entrenamiento, luego puedes regalarte una comida vienesa en toda regla. El más tradicional y popular de los restaurantes es el Schweizerhaus, y su plato estrella es el Stleze, un codillo que no te vas a acabar tan fácilmente… Estás en el Prater y, tras emular a Kipchoge, ¿por qué no darte el capricho de un festín digno de un emperador?

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Rosa Martí es experta en libros, novedades literarias, fitness, yoga y nutrición. Lleva más de 10 años vinculada a diferentes cabeceras de Hearst, donde escribe sobre literatura en Esquire y sobre ejercicios y bienestar en Men’s Health, Women’s Health y Runner’s World.

Su experiencia viene avalada por una amplia trayectoria en la que combina devorar libros, escribir textos, correr maratones, traducir cómics y novelas, la investigación filológica, la crítica literaria, el ballet clásico, practicar yoga a diario y preparar su tesis doctoral.

En Esquire podrás leer sus contenidos sobre libros (ordenados por género, por estilo o por autor) y sus artículos de entretenimiento. Lo mismo te cuenta cuáles son los gentilicios más curiosos, las palabras más bonitas del castellano o los insultos en inglés más originales.

En Men’s Health, Women’s Health y Runner’s World, en cambio, se centra en su faceta más healthy, escribiendo sobre nutrición y alimentación, sobre ejercicios y entrenamiento (enfocado especialmente a running, yoga, ciclismo y natación) y sobre salud y bienestar.

Rosa Martí tiene un grado en Lenguas Modernas por la Universidad del Oeste de Inglaterra, una licenciatura en Lenguas Aplicadas por la Universidad de Rennes II en Francia y un grado de Arte y Humanidades estudiado en la Universidad de Barcelona. También es máster en Filología y Literatura por la Universidad Autónoma de Barcelona, facultad en la que prepara su tesis doctoral.

Toda esta formación le ha llevado a ser traductora de libros, cómics y de la versión impresa de Esquire. Lleva más de 10 años escribiendo en diferentes medios como Esquire, Runner's World, Women's Health, Men's Health, El País y Vanitatis.